“JAVIER MORO”
ESCRITOR Y VIAJERO
NOS CUENTA, en la revista VIAJAR nº 520
Hay ciudades en España que están infravaloradas desde el punto de vista turístico. Valencia es una de ellas, y León otra. Y no se lo merecen. A mí, que me gusta la piedra vieja y los lugares con historia, me produce un placer indecible pasear por callejuelas del centro de León porque todavía están llenas de vida, no como en otros lugares donde el casco histórico es territorio acotado solo para turistas.
León es una ciudad vibrante con sus raíces firmemente plantadas en la tierra de Castilla, con sus grandiosos monumentos y su herencia cristiana que le confirió siempre un lugar preponderante en el camino de Santiago. Es un espectáculo y un placer gastronómico recorrer el Barrio Húmedo de noche y en invierno después de una nevada. Entonces León adquiere un aire fantasmagórico que culmina al toparse con la catedral gótica, mi favorita en España, la más fina, la más despejada, la más francesa de todas las catedrales de Castilla, la que marca el apogeo del gótico español.
Tuve la suerte de visitarla por dentro gracias a la amabilidad de uno de los párrocos y conservo el recuerdo de haberme sentido hechizado por la altura de sus bóvedas y la belleza de sus vidrieras, que filtran una luz de otro mundo. Parece hecha de papel recortado, tal es su ligereza, quizá la cualidad más valiosa de la buena arquitectura. Visitarla es una auténtica experiencia histórica y un regalo para los sentidos porque transmite claridad y pureza, en contraste con el laberinto de callejuelas del barrio donde se alza, lleno de tabernas que existen desde la Edad Media donde se comen delicias terrenales y se bebe buen vino. Aquí se mezclan lo sagrado y lo profano.
Otro monumento de envergadura es la Real Colegiata de San Isidoro, uno de los mejores ejemplos de arquitectura románica de Europa, un conjunto que tiene mil años de historia y que albergó los primeros tribunales democráticos del mundo, las Cortes de 1188. Gaudí levantó un edificio en León, la casa Botines, una maravilla desde cualquiera de los ángulos que se contemple. Solo para verlo valdría la pena la visita la ciudad.
Y para alojarse con alma de caballero antiguo, nada como el Convento de San Marcos, otra joya del Renacimiento, uno de los paradores más bonitos de España que se utiliza desde 1964. No muy lejos sobreviven los vestigios de las murallas que antaño protegían el centro y que nos recuerdan que los romanos estuvieron aquí. Son capas y capas de historia las que se superponen en León y han dejado una pátina que seduce al visitante.
A la magia de la ciudad se añade la magia de verdad que celebra, a principios de año, su festival internacional, el más grande en Europa. Es un evento que congrega a 70 magos de diferentes países, expertos en manipulación, close up, magia poética y humor. Son artistas que crean sus propios trucos. Entre la nieve, la navidad y la magia —la de los magos—, la experiencia viajera que ofrece León en invierno se convierte en algo genuino e inolvidable.